Yecla de Yeltes: Los vetones regresan al castro de Ecla, el Sitio Viejo

Fuente: Lasarribesaldia.es

La lluviosa mañana con la que amanecía este sábado no amedrentó a vetones, vacceos y romanos, pues por octavo año los vecinos de Yecla de Yeltes se introducían en los papeles de los que hace 2.000 años crearon el castro de Ecla; el Sitio Viejo de este lugar pretendido por todos los pueblos, pues así fue conocido este primer asentamiento antes de ser saqueado y quemado por el señor de Ledesma, cuando hubo de entregar estas tierras a la Iglesia de Santiago Apóstol por orden del rey Fernando II, el 5 de octubre de 1184, en reconocimiento a los servicios prestados por sus caballeros.

Con este retazo de la historia como antecedente de este pueblo, la Asociación Cultural ‘La Muralla’ organizaba de nuevo la escenificación de la vida en este poblado vetón con la colaboración de más de 80 vecinos, entre pequeños y mayores, que daban vida a carpinteros, herreros, druidas, guerreros, centuriones, vetones y vacceos.

El objetivo de esta iniciativa es esencial para el futuro de este pueblo: dar a conocer uno de los monumentos celtas mejor conservados de Europa donde, a tenor de su estructura y otros vestigios arqueológicos hallados en este enclave, la cultura vetona mantuvo una gran actividad entre los siglos V a.C. y IV d.C.

En la representación de la vida de los vetones en este castro, no faltaron hilanderas, canteros, herreros y ceramistas, así como el desempeño de los trabajos en manos de las mujeres que se encontraban en el círculo familiar. Mientras los más pequeños machaban almendras o hacían harina en pequeños molinos de piedra, las mujeres se afanaban con el ganado y resto de labores en el poblado. En cada uno de los chozos de escobas se pasaba a la vida de este asentamiento en la antigüedad, un poblado sometido a las incursiones del enemigo llegado desde el otro lado del Duero en busca de provisiones.

En cuanto a los hombres, además de guerreros, dispuestos siempre a mantener a sus mujeres e hijos a salvo de vacceos y romanos, dedicaban la mañana a la caza, una jornada que resultaría de lo más fructífera al encontrarse con uno de los famosos verracos que a la postre reflejaría algún cantero para la posteridad.

Cabe destacar que en esta representación se puso mimo en cada detalle de lo que fue la vida en este poblado, una cultura con grandes dotes para forjar el hierro, moldear el barro o trabajar la piedra y cuya escenificación se repartía en las distintas chabolas de escobas que configuraban el poblado.

Pero no todo era tranquilidad en la vida de los vetones. Debido a la situación estratégica que sobre el terreno ofrece este enclave, el asedio por parte de romanos y vacceos quedó representado con la llegada de un grupo de emisarios de Roma que advertían a los moradores vetones de posibles ataques de otros pueblos (vacceos) si persistían en su actitud de no someterse al Imperio, como así sucedería más tarde.

Un grupo de vacceos, en esta ocasión a pie, raptaba a varias mujeres vetonas, lo que fue motivo de un nuevo conflicto y la correspondiente escaramuza entre vetones y vacceos, una nueva confrontación que era anunciada por el sonido de tambores y cuernos. En el ardor de la cruenta batalla por recuperar a sus mujeres, caía el jefe vetón herido de muerte, una muerte que se confirmaría con la incineración de sus restos en una gran pira y cuyas cenizas fueron entregadas a su esposa, visiblemente afligida por el dolor.

Con este acto final, la taberna volvía a cobrar actividad con un público que intercambiaba euros por eclas como recuerdo de su paso por un pedazo de la Historia de este ‘Territorio Vetón’.

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