Villarino: Cientos de vecinos se suman a la tradicional romería del Lunes de Pascua en el Teso de San Cristobal

Fuente: Lasarribesaldia.es

Ni lo desapacible del día fue incapaz de impedir que cientos de villarinenses acudiesen a la tradicional cita del Lunes de Pascua en el Teso de San Cristobal. Porque este paraje siempre ha guardado un significado especial y un tanto enigmático en la historia de esta villa ribereña, hasta el punto de que hay quien se atreve asegurar que aquí se estableció el primer asentamiento de lo que en la actualidad es Villarino de los Aires, incluso algunos lo señalan como un santuario de origen celta.

Pero a este enigma, además, se suma la leyenda de la Peña del Pendón, roca de grandes dimensiones que se dice sirvió de juez para ajusticiar a moros y ladrones, y que cada año, en este día, recibe en su trono un pequeño carrasco (encina) como estandarte.

La leyenda cuenta que aquel que fuera capaz de moverla con la única fuerza de sus brazos sería inocente, y culpable si no lo hiciera.  No en vano, a pesar de su volumen y peso de varias toneladas, su irregular base permite que una sola persona, ejerciendo su fuerza en un punto, pueda hacerla balancear, con lo cual es frecuente la admiración que despierta para todo aquel que lo logra.  

Sea como fuere, lo que nadie puede discutir es que este pueblo se mantiene desde siempre muy ligado a este lugar, a San Cristóbal, su ermita, y al grandioso paisaje que le rodea, con parajes como El Esbedal, Vendemoro, Los Parisales, Guasalbas, y hasta el Picón del Encuentro, todos ellos en las laderas de un Tormes desconocido para la mayoría, con escaso aliento ya después de dejarse casi la vida en la presa de Almendra, pero, eso sí, aún con el suficiente arrojo en estos días para recordar al caminante que no es hijo de un dios menor y que su sangre procede de las altas cumbres de Gredos.


La ermita de San Cristóbal, bendecida hace unos años a partir de la recuperación de sus ruinas, volvió a llenar sus bancos durante la celebración de la eucaristía, en esta ocasión con sus puertas cerradas ante los continuos aguaceros  de la mañana, y tras ellas, sus vetustos arcos que tantos recuerdos inmortalizaron, ahora presididos por su Patrón y Santa Lucía, además de un Cristo llegado del Perú, imagen que dejara para su recuerdo el que un día fuera párroco de este lugar, José María Yagüe, una figura, sin duda, que pone colorido al tosco granito del reconstruido templo.

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