La solidaria Marquesa de Cerralbo

Fuente: Salamanca24horas.com
Cuenta la leyenda que doña María Manuela Moctezuma fue una mujer engreída que disfrutaba humillando a sus sirvientes. Rezumaba avaricia. Su único consuelo en la vida era amasar fortuna a costa del prójimo para después derrocharla sin miramientos en etéreos caprichos. Pero nada es eterno.
Si siquiera la maldad. La marquesa de Cerralbo cayó enferma y falleció en apenas días.
 
Pese al odio generado entre el populacho, fueron cientos quienes acudieron a su funeral. Durante la capilla ardiente, uno de los criados se acercó hasta el cadáver amortajado. Allí estaba, el brillante anillo que la marquesa siempre mostraba al alzar su inquisitorio dedo índice. El sirviente alargó la mano, pero al intentar sustraer la joya del apéndice, el cuerpo se retorció de dolor y expiró un aterrador alarido. Los asistentes al funeral huyeron despavoridos. No era posible. La marquesa había regresado de entre los muertos para castigar a quien había osado robarle.
 
Ante un vacío templo, doña María Manuela Moctezuma quedó paralizada contemplando el tenue halo de luz que se colaba por una de las ventanas. Fue una revelación. Había logrado escapar de las garras del averno. Y con mirada complaciente fue recorriendo Cerralbo en busca de sus convecinos. Pero el miedo hacia ella en vida se había multiplicado ahora que regresaba de la muerte. Sin embargo, al doblar la última esquina antes de regresar a sus aposentos, se encontró con un mendigo que desconocía todo lo acontecido. La marquesa cogió el anillo que le quiso robar el criado y se lo entregó. 
 
Tal gesto contrarió a los lugareños. ¿Quién había ocupado el cuerpo de la marquesa? Los incontestables hechos sepultaron a las vagas palabras cuando el criado ladrón fue el más beneficiado, recibiendo diez reales diario. Cada día la marquesa era una fuente de solidaridad. Incluso fundó una obra benéfica para entregar una pensión de mil reales al año a cada pobre. Vecinos de los pueblos de toda la comarca se beneficiaron de esta vocación filantrópica, que perduraría otros doce años hasta su definitivo fallecimiento. Desde entonces, todos sus descendientes y sucesores mostraron una importante labor solidaria hacia su comunidad. Ironías del destino, el castillo de los marqueses desapareció posteriormente piedra a piedra para la construcción de un convento en la zona, donde continuó la labor humanitaria entre los feligreses.

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